“Nadie que no guarde un secreto, puede ser feliz”, explica uno de los personajes de Las brumas del miedo la última obra del escritor malagueño, Rafael Ábalos. Familia, hoy hablamos, sin secretos, con uno de los autores españoles más prolíficos de los últimos años y que se sumergió en la Literatura a través de una serie de casualidades de la vida. Casualidades o sincronicidades, como diría Jung: esa unión de acontecimientos interiores y exteriores de un modo que no se puede explicar pero que tiene sentido para el observador. Y creedme, la vida de Ábalos está marcada por muchos y diversos hitos que hoy nos cuenta para Love Málaga. Como en su nueva novela Las brumas del miedo. ¿Te atreves a descubrirlo? Sigue leyendo.
Love Málaga: Tras seis años sin publicar, Rafael, vuelve con este libro.
Rafael Ábalos: “Hubo un momento cuando publiqué mi novela anterior El Péndulo que pensé que no volvería a escribir. Sobre todo porque había escrito en diez años ocho libros. Había alcanzado unos niveles que creía eran difícil de superar. ¿Qué historia volvía a encontrar que me apasionara? Porque yo no puedo escribir cualquier cosa. Pasé un tiempo de crisis por la situación de falta de entusiasmo y volví a la abogacía. He estado colaborando en el despacho de mi hermano y de mi amigo Alfredo. Y he ejercido de nuevo. Lo hice porque necesitaba abrir un paréntesis para que la mente volviera a fluir de manera natural. Y después de tres años, en 2014, se cruza en mi familia la enfermedad del cáncer de una manera bestial. Y destruye prácticamente cualquier proyecto de vida personal y me entrego al cuidado de mi esposa veinticuatro horas. Porque era lo requería. Ahora estamos saliendo de esta etapa. Y en esta enfermedad que te destroza, te despieza, de repente sentí que tenía que encontrar una historia que me aportara una ilusión. Ahí comencé a poner en marcha el motor de búsqueda. E imaginé que fuera una idea que no hubiese salido en medios de comunicación. Y salí a la terraza un día y de pronto se me vino una imagen a la cabeza: desde la tercera planta, desde arriba, vi una escena en el suelo. Los cadáveres de cinco chicas. Me acudió a la mente como un flash. Como algo inesperado”.
LM: Como una intuición, una imagen subliminal…
RA: “Es que mi relación con la literatura siempre ha sido así. No ha sido un resultado de un meditación profunda, de una investigación. El comienzo de mis obras es así. A través de escenas que acuden a mi mente. De una idea de partida que surge muy inesperada. Y a partir de ahí, desarrollo. Sinceramente, yo escribo porque visualizo. ”.
LM: Y a partir de ahí, desarrolla Las brumas del miedo.
RA: “Sí. Consideré que había que añadir ciertos elementos a esa imagen mortuoria. Que no era común. Y la mente se hizo preguntas. Son cinco chicas pero ¿por qué están ahí? ¿dónde están? ¿cómo mueren? ¿por qué? ¿quién las encuentra? ¿cómo eran sus vidas? En seguida, surgen esas dudas. Son elecciones que yo como escritor realizo. Y siempre, eligiendo las más insólitas. La opción que como lector me sorprenda más. En Las brumas del miedo consideré incorporar otro personaje más, otra joven, una chica de Erasmus. Española. Y recordé que mi sobrina estuvo de Erasmus. Mi hermana me lo confirmó y me dijo que fue en Leipzig. Investigo esta ciudad en Internet y ahí me encuentro un monumento fascinante. El monumento a la batalla de las Naciones, que se construyó en 1913 cuando el memorial de la derrota de Napoleón con una coalición internacional y tiene en la cúpula a doce caballeros gigantes en piedra. Y es un monumento mortuorio también. Así que uno todo añadiendo un toque de erotismo. Así hay tres dimensiones: arte, erotismo y muerte. Y es una escena bella pero a la vez repugnante porque se trata de la muerte de unas jóvenes. Y eso provoca un conflicto de sensaciones. Es una dualidad contradictoria y me parecía un comienzo muy intenso”.
LM: De ahí parten las tres tramas de la obra ¿no?
RA: “Exacto. Por un lado, la historia contada por las voces de las propias chicas en un chat en la web profunda. Por otro, el proceso de investigación policial. Y por último, la chica de Erasmus que va entrando en un mundo diferente típico de estudios en el extranjero. De manera, que el lector se convierte en un investigador dentro de la novela y tiene que atar cabos para conocer la verdad definitiva. Es quien conoce más datos para resolver la historia”.
LM: Las brumas del miedo es una novela dedicada al público adulto.
RA: “Sí. Primero ya me sumergí en este público en Kôt, una novela donde me inventaba una leyenda de Nueva York, algo que no existía. Luego en El Péndulo también implicaba a un público adulto. Pero a esta historia le faltaba la fuerza que tiene Las brumas del miedo. Era más cándida con una periodista que realizaba una investigación de un hecho insólito. Ese es mi desafío. Partir de historias que no son reales y que yo creo”.
LM: Además, Rafael, todas las obras están llenas de simbolismo.
RA: “Esto es un rasgo como lector y autor de novela juvenil. Porque como autor de novela juvenil siempre mantienes un diálogo entre tu yo infantil y tu yo adulto. ¡Y es que el niño en mí sigue muy vivo! A pesar de la barba, de los años… vivo intensamente. Hasta el punto de que mis aficiones siguen siendo las mismas: la naturaleza, el agua, volar, la música, la flauta andina que toco como instrumento más primitivo de viento… Estas pasiones las sigo manteniendo. Y así se produce un diálogo entre el niño y el adulto. El niño quiere seguir viviendo aventuras y a la vez el adulto intenta mostrarle un camino de aprendizaje casi iniciático. Por eso, en esta novela Las brumas del miedo hay una reflexión sobre el mundo actual. Los miedos, las oscuridades que nos rodean o que tenemos. Incluso muy negras en el fondo de nuestro ser. Y eso está en estos personajes. Ellos entran en una especie de paranoia en la que la oscuridad se instala en su mente y eso puede inducirte a la locura, a la desesperación o a la búsqueda de experiencias extraordinarias siendo conscientes de las consecuencias”.
LM: ¿Cuesta hablar de esa oscuridad?
RA: “Claro. Aunque el escritor tiene la ventaja de que no habla con su propia voz. Pero sin duda habla desde el conocimiento que tiene de la vida añadiendo elementos externos. ¡Esto no significa que yo sea un perturbado sexual por describir la escena casi necrófila! Pero los cementerios están llenos de belleza monumental, poemas… Aquí aparece un personaje que es un guía de turismo de cementerios. Y por otro lado, hablo de los grupos ocultistas que inspiraron el nacismo.”
LM: Y con todos ingredientes… hay que dejarse llevar para ver hacia dónde va todo…
RA: “Eso es para mí el prodigio de escribir. Por eso me divierto tanto escribiendo. Voy escribiendo como si estuviera leyéndo. Yo soy un escritor que escribe como un lector. Quiero ir descubriendo lo que un lector quiere descubrir y apasionarse”.
LM: Eso es empatía porque a veces el escritor se mantiene en un estatus de verdad absoluta y no comparte esa perspectiva…
RA: “Cuando hablo de mis libros, yo hablo con el apasionamiento de un lector, porque me cuesta creer que he escrito la novela. (ríe) ¡No sé lo que va a pasar! Este es mi proceso creativo. Y la clave es la obsesión. Es necesaria. Es querer seguir viviendo la historia. No es un proceso de sufrimiento, tortura… voy escuchando lo que los personajes me van diciendo como si estuviéramos en esta conversación tú y yo. Nuestro cerebro es prodigioso y nuestro subconsciente está elaborando la búsqueda de la solución. El empeño de encontrar algo y sin saber qué es. Yo puedo estar en una reunión y de repente estoy pensando en los personajes y me evado. Y los sigo visualizando. Yo he escrito esta novela sentado en un sillón orejero y una mesita de Ikea. Así, en casa, concentrando en mi mundo”.
LM: Un proceso creativo propio…
RA: “Yo te daría tres elementos. Primero, la búsqueda, el encuentro de una idea insólita. El segundo, la sorpresa ante la causalidad que da sentido y los detalles que le aportan verosimilitud. La sorpresa de la evolución. Y luego el asombro del desenlace de cómo ha finalizado todo. Yo me encuentro estas informaciones, hallazgos que dan vida”.
LM: Dicen que las casualidades no existen…
RA: “Te cuento que mi relación con la Literatura siempre ha sido muy mágica. No en el sentido esotérico, ni de conjuros. Mágica en el sentido de lo inexplicable desde el comienzo. Yo jamás me imaginé escritor. Y fue una casualidad insólita porque tuve un juicio donde se produce un accidente entre un coche teledirigido y uno real en la calle. Un accidente que no se ve normalmente. Y empecé a contar ese juicio a un amigo como un cuento. ¿Quién miente el anciano o el niño? Y lo escribí en dos meses. Una novela en la que había mucho de mí, de mi entorno. Me lo pasé muy bien. Y ahí aparece la literatura juvenil en mi vida”.
LM: ¿Cómo decide aparcar una carrera profesional consolidada como abogado?
RA: “Al final pensé, al terminar de escribir Bufo soñador reducir el nivel de vida y optar por este camino. Hay algo en ti que te lleva a buscar tu verdadera esencia. Siempre he sido un soñador, cerca de la imaginación, de la música. Y la abogacía es otro mundo, de miserias humanas, duro, severo. Casos muy complicados que te llevabas a casa. Por eso al descubrir esta faceta, acomodaba el mundo a mi capricho. Acomodaba el universo a mí. Contar la historia que yo hubiera querido vivir. Grimpow surge así es una novela de aprendizaje. Contenía muchos valores tradicionales universales. La inquietud por explicar el mundo. Era plantear la gran metáfora de la piedra filosofal de la alquimia. En Holanda ha sido editado este año en la colección Clásicos de Oro, doce años después”.
Casualidades mágicas
LM: La fatalidad ha aparecido en su vida pero también la fortuna sobre todo en la relación con la Literatura.
RA: “Sí, he encontrado la fatalidad en la enfermedad pero luego he sido muy afortunado con la Literatura. He tenido a lo largo de mi vida casualidades mágicas con ella. La Literatura me encontró. Es mi experiencia. Cuando termino mi primera novela, leo “si quieres publicar tu novela, manda a la mamá de la Literatura Carmen Balcells tu obra”. Se trataba de una mujer agente literaria de Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Isabel Allende, de los herederos de Cela, Alberti… de los grandes de la literatura hispana. Y hablando con un amigo, le digo que quiero presentarle la obra a Carmen. Él me contesta que está en Marbella, en la clínica Buchinger y que me la puede presentar José Manuel García Verdugo. ¡Si no hablo con mi amigo, probablemente no llegaría a enviar la novela! Hablo con ella. Me atiende amablemente, seguro pensando ya tengo aquí al pesado de turno que escribe. Y le entrego mi novela. Así pasan dos años, en los que cada día estaba mirándome al espejo pensando, ¿será hoy cuándo me llamen y me den la noticia de que me publicarán la novela? Y hay un editor en Debate, Constantino Bértolo que ve en la novela una historia fantástica de autoayuda y que en España no hay tradición fantástica. No hay elementos mágicos en nuestra literatura. Y la publica.
LM: Todo por ese hecho fortuito de conocer a Carmen Balcells…
RA: “Eso es. Una maravillosa casualidad. Cuando voy a ver a Constantino a Madrid a conocerle personalmente y a ver la portada del libro, las ilustraciones… yo iba con mi esposa ilusionadísimo. Y nos alojamos en un hotel a las fueras. Nos quejamos por la lejanía porque queríamos uno en el centro de la ciudad. Y nos cambiamos de hotel. Cuando estoy hablando con Constantino sobre quién me gustaría que me presentara el libro le digo que quiero que sea Ana María Matute, que había leído todas sus obras y que es la única autora española que se mueve en el terreno de lo fantástico. Me dice que eso es muy difícil. Me voy al hotel y estamos con una cerveza Loli y yo para celebrar este momento. Y… ¿quién entra por la puerta? Ana María Matute. Venía con todo el equipo de Espasa Editorial. Yo saco una tarjeta de abogado y le escribo una nota. El camarero se la pasa. Ana María la lee, mira a su alrededor. Yo le hago señas. Interrumpió la reunión. Me llamó. Cogió una silla y me sentó a su lado. Así que hablamos y me dijo que la editorial le mandara mi libro y que me lo presentaba. ¡Ella era encantadora! Tenía un punto de identidad que compartíamos: la niñez, era una niña traviesa, divertida. A pesar de su complicada vida. Me lo presentó en Madrid en silla de ruedas. Fue fascinante.”
LM: Son historias magníficas, Rafael, de casualidades que parecían esperarle.
RA: “Nunca he tenido la ocasión de contarlas. Es la primera vez que las explico en una entrevista. Con Fernando Savater también me ocurrió. Había leído mucho de él. Cuando escribí el libro El visitante del laberinto, una obra con parte de filosofía. Pensé que me lo presentara él. Constantino, ya con más confianza, me dice que estoy loco. No cejo en mi empeño y le mando un email a Fernando Savater explicándole todo. No había tenido respuesta. Después de casi tres meses cuando ya estaba buscando a otro presentador, recibo su contestación. Me pedía disculpas por la demora. Le mandamos el libro para que lo leyera y ver si se comprometía o no. Se lo enviamos con mucha urgencia. ¡Lo leyó y me lo presentó en Madrid con dos guardaespaldas!
Y nos vamos a otro libro porque la magia continúa. Cuando escribo Kôt y hablo con mi editora Nuria Cabutí, hoy directora del grupo editorial Peguin Ramdon House, le digo que quería que me presentara la novela con Eduardo Punset. Yo me marchaba a Nueva York a presentar Grimpow al mundo hispano desde allí. Ella me dijo que a la vuelta lo hablábamos. Viajo con Loli. Cuando acababa ya mi estancia, un día tras unas compras, nos marchamos a comer cerca de Central Park. Y cuando vamos a entrar a un restaurante, ¿quién sale de él en ese momento? Eduardo Punset que iba a fumar. Esto no es un cuento. ¡Es real! Me quedé impactado. Y le asalto y le cuento todo. Se quedó alucinando. Me da su correo para que le recordara todo. Y me contesta: “Rafael, el mundo lleva millones de años de evolución para que podamos entender que cuando un hecho así se produce, no es, si no una consecuencia inevitable del universo”. Fue muy bonito. Me contestó en dos renglones y aceptó presentar el libro. Pasan unos meses y me llama la secretaria de Eduardo y me cuenta que le habían diagnosticado un cáncer de pulmón. Que cancelaba todos sus compromisos, menos el mío. Yo me sentía agradecido pero no quería importunarle. El día anterior a la presentación, le llamo y le digo cómo estaba. El me decía que bien. Yo le insistí mucho. Y ya él me dijo: “Rafael, ¿tú lo entiendes?” Y le dije que tranquilo que claro que sí que no estaba para coger un avión. Que le liberaba de todo compromiso. Intervino por teléfono para no defraudar al público que asistió. Y Jesús Vigorra y yo salvamos la situación”.
LM: Es fascinante el relato, Rafael.
RA: “Era una época de sueños. Me ocurrían todos estos hechos. La gente me acogía allá donde iba con mucho cariño… Y vamos con la cuarta historia. (ríe) Que tiene menos relación con una persona definida pero para mí con mucha importancia y simbolismo. Y es la más mágica de todas. Voy a la Feria del Libro de Buenos Aires. Yo colecciono flautas andinas porque son muy diferentes unas de otras, son artesanales. Y lo primero que hago es preguntar a mi editora donde hay una tienda sobre música andina. Y me dice que en Argentina hay sólo tangos y cantautores. Y paseando por la Avenida Buenos Aires con miles de personas, encuentro un grupo de música andina. Me acerco a uno de los músicos y le digo que la quena que está tocando me gusta, que se la compro. Y me dice que no puede que es la suya. Le insisto y al final me la vende. Como era algo muy emocional por su parte, me la firma. Le comento que yo también le voy a traer algo. Compro mi libro y se lo doy. Lo mira y me dice que no se lo creía. ¡El día anterior estuvo con su mujer en la firma de mi novela y me equivoqué al firmar y en lugar de poner Carina con C puse Karina con K! ¡Además tengo fotografía del momento! Y así coincidimos entre miles de personas. Ya en el hotel, de vuelta, en una entrevista con una peridista argentina, se percata de la flauta en la bolsa. Me pregunta y me invita a un encuentro en la casa de su madre porque su novio es quenista con los músicos de la Orquesta de Buenos Aires. Y lógicamente voy. Y lo disfruté mucho. ¡Fíjate si son mágicos mis encuentros!»
Y nos quedamos con este final mágico. Con lo prodigioso que acontece a través de la literatura de Rafael Ábalos. No sólo en sus historias enmarcadas en las páginas de sus libros. También en los propios capítulos de su vida a lo largo de los años. Esas sincronicidades con las que comenzábamos la entrevista. Aunque, aún le queda mucho por vivir y experimentar. Y a nosotros…, a través de su talento en forma de novela. Quizás esta entrevista también ha sido una maravillosa casualidad. Gracias Rafael por dedicar tu tiempo a Love Málaga.
Por cierto, el día 10 de junio, Rafael Ábalos se encontrará en la Feria del Libro de Málaga en la caseta 6 en La Casa del Libro a partir de las 13:00 horas para firmar ejemplares de su nueva novela.
Love Málaga